Maratón de Marsella. Los buenos resultados de correr relajado.
Marsella era un regalo y acabó siéndolo por partida doble. Fui a esta ciudad a correr la maratón como una excusa para unas cortas vacaciones y esta prueba quedaba en medio de mi preparación para otros objetivos con poco en común. Así que hice algún largo unas tres semanas antes de la carrera y poco más en especial. Por lógica me generaba mucha confianza llevar a mis espaldas desde tres meses antes unas cuantas maratones. Sin embargo mis expectativas eran las de hacer una carrera bien hecha y con buenas sensaciones sin importar gran cosa el tiempo a realizar.
Las cosas parecía que podían complicarse con el hecho de que la previsión meteorológica para el día de la carrera era de frío, viento y lluvia abundante. Esto constituía un panorama poco alentador porque todo apuntaba a que iba a ser una jornada de pesadilla en ese sentido. Aunque ya había tenido alguna experiencia húmeda en este terreno ya que en la maratón de Vitoria llovió una parte importante del tiempo, en esta ocasión daba un poco de miedo el como se veía venir esta cuestión.
Así me acosté el sábado anterior con la aprensión de escuchar un fuerte aguacero al otro lado de la ventana.
Cuando desperté a las cinco de la mañana para desayunar e ir al Puerto Viejo para coger el autobús que me llevaría a la salida me llevé la grata sorpresa de que no llovía. Daba la sensación de que lo había estado haciendo toda la noche pero en ese momento daba una tregua que me vino de cine para ir al trote al lugar de recogida de los autobuses.
A las seis de la mañana con muchos noctámbulos regresando de la fiesta abrigados para combatir el relente de la madrugada cruzarte con ellos al trote en pantalones cortos, descalzo y chapoteando por los charcos de la calle supongo que era una experiencia algo alucinante. De ahí la sencilla explicación de algunos gritos y risas que me hacían eco en mi camino hacia el puerto.
Es necesario que diga que la organización de esta maratón, junto a la media y los 10 K que se corrían de forma simultanea al menos para mí, fue sobresaliente. Un circuito precioso sin la más mínima presencia de tráfico, puestos de avituallamiento cada dos kilómetros y medio repletos de todo tipo de bebida y comida, animación cada pocos kilómetros, poncho y desayuno antes de la salida, regalos y más regalos y un gran cariño en la actitud hacía todos los corredores. Además el precio de la inscripción estaba en la media. Cuando siendo un corredor popular te sientes tan bien atendido te preguntas porque no has ido a correr antes allí y te planteas volver muy pronto.
Los autobuses nos dejaron en un pequeño pueblo turístico al Norte, en Les Goudes. Llegamos a las siete menos cuarto, más de una hora antes de la salida. Así que muchos nos refugiamos en un pub de aire irlandés que colaboraba con la organización y dónde nos daban un desayuno de café, chocolate, galletas y ¡sardinas en lata! Resultaba curioso un pub de estas características repleto de atletas con actitud concentrada a esas horas de la mañana y pocos metros del mar.
El entorno resultaba épico para la salida de una maratón, un pequeño puerto rodeado de acantilados de piedra blanca y flanqueados en algunos puntos por bunkers de artillería de la segunda guerra mundial. Un lugar por lo menos curioso.
Ya a punto de comenzar la carrera el pub se vació y todos concentrados en el pelotón saltando para combatir el frío y las primeras gotas de una lluvia que apenas pararía ya hasta bien entrado el mediodía.
Me sentía muy descansado y animado por la perspectiva de correr en un lugar nuevo y estimulante. Los otros corredores me sonreían y hacían comentarios que al ser en francés yo no entendía. En todo caso aprendí lo que significaba la expresión pieds nus :).
Como siempre que he corrido por una superficie húmeda las sensaciones han sido muy agradables, sobre todo al principio. Incluso a pesar del frío de la ocasión al cabo del primer kilómetros los pies entran en calor y todo comienza a funcionar a la perfección. Así, los primeros kilómetros discurrieron de forma perfecta a un ritmo aproximado al necesario para rondar las tres horas y media. No tenía ninguna certeza de que pudiese hacer ese tiempo y de hecho estaba casi seguro de que al final como en muchas otras ocasiones tendría que recular y bajar el ritmo. Pero no me preocupaba nada me sentía muy fuerte a pesar de no haber entrenado de forma específica ya que la mayor parte de las sesiones anteriores las había dedicado a "triscar" por el monte en mi proceso de adaptación al recorrido de la MiM. Estos entrenamientos estaban resultando mentalmente muy duros porque no me terminaba de adaptar a ese terreno y mi velocidad era risible. Quizás el hecho de poder correr a mis anchas en esta ocasión también me animó a lanzarme más. Los kilómetros discurrían de forma bastante amable pues la lluvia se mantenía a niveles moderados y aunque corría completamente empapado con el calor que generaba mi cuerpo no se convertía en un gran problema. Además el muchas veces interesante paisaje y la propia animación de los corredores y los grupos que había ubicado la organización me estaban haciendo el recorrido muy ameno.
Cuando llevaba unos quince kilómetros comenzó a preocuparme el resultado que podría suponer tanta agua para las plantas de mis pies. Tras una hora y pico en remojo las superficie aparecía con un color blancuzco que no me generaba mucha confianza. Paré un par de veces a supervisar si se me estaba levantando por algún lado pero a parte del cambio del color su consistencia parecía tan sólida y flexible como de costumbre. Así que seguí a buen ritmo sin darle más vueltas. Antes de llegar al kilómetro veinte sobrepase al grupo de las tres horas y media ya que me agobiaba correr en grupo. Al correr descalzo es difícil correr en línea recta porque vas buscando las superficies más ventajosas y eso supone numerosos desplazamientos laterales y cuando vas incrustado en un pelotón es imposible. Tener que tragarte zonas malas cuando ves que al lado hay otras mejores no es una sensación agradable, así que en cuanto pude me descolgué del grupo. Lo más razonable habría sido colocarme detrás para controlarlo a una distancia razonable sin los inconvenientes de estar dentro pero lo que me salió fue adelantarme e ir cogiendo ventaja de forma progresiva. Pensé que me estaba equivocando pero que tampoco resultaría un gran problema porque me sentía bastante bien y en todo caso lo peor que me podría pasar era que luego me adelantasen. Justo por esa parte del recorrido se nos unieron los corredores de la media maratón, que mucho más numerosos nos englobaron en su masa como si fuésemos un curso de agua menor. Esa repentina aparición de tantos corredores a que en su mayoría corrían a un ritmo superior me supuso una cierta tensión porque te rompe el ritmo y las referencias.
A partir del kilómetro veintisiete el recorrido se repitió por el circuito anterior. Desde ese punto la carrera comenzó a hacerse más solitaria aunque de vez en cuando iba adelantando a algún corredor. A diferencia de maratones anteriores los pies no se me estaban cargando en absoluto y mi único problema residía en gestionar mis fuerzas para llegar en buenas condiciones y de momento todo marchaba bien. El recorrido sin embargo si que tenía algunos tramos más estropeados o agresivos que me ralentizaban algo la marcha, especialmente por los alrededores de Le Château Borély y el hipódromo al ser una zona peatonal había grava de parques, asfalto roto y carriles antiresbalamiento muy picantes para la piel. Todo eso por suerte no supuso un castigo que tuviese que arrastrar después por lo que en cuanto salía de dichas zonas recuperaba un ritmo más vivo. Estuvimos dando unas cuantas vueltas y revueltas por la zona del paseo marítimo al sur de la ciudad hasta que al fin encaré desde el kilómetro treinta y seis el último tramo de la maratón. En ese momento me sentía además de mojado muy satisfecho porque me encontraba metido en la carrera de forma plena y aunque ya justo de fuerzas pero con el empuje suficiente para no decaer. Los últimos kilómetros eran una sucesión de cortos toboganes que discurrían por la accidentada costa antes de llegar al puerto viejo donde se ubicaba la meta. Me daba cuenta de que iba a mejorar mi mejor tiempo descalzo en maratón y casi me daba pellizcos para creérmelo pues no pensaba que estuviese en disposición de lograrlo.
El puerto viejo ya delante de mí, lleno de gente, de animadores y de adoquines de borde afilado. Ya me daba igual, una carrera feliz no tiene dificultades más allá del instante en que se producen y un paso lleva a otro hasta que todo pasa y cruzas la línea de meta y cumples tu objetivo. La maratón más mojada y más amable de mi vida acababa de terminar despertándome como de un sueño.
Muchas sonrisas, muchos aplausos, muchas palabras de animación directas al llegar que aunque no entendía en su forma comprendía a la perfección en su fondo. Un beso de mi mujer a través de las vallas y el dulce (y helado) regreso al descanso de una tarde de relax muy merecida fue el final perfecto para esta carrera ya inolvidable.
Los autobuses nos dejaron en un pequeño pueblo turístico al Norte, en Les Goudes. Llegamos a las siete menos cuarto, más de una hora antes de la salida. Así que muchos nos refugiamos en un pub de aire irlandés que colaboraba con la organización y dónde nos daban un desayuno de café, chocolate, galletas y ¡sardinas en lata! Resultaba curioso un pub de estas características repleto de atletas con actitud concentrada a esas horas de la mañana y pocos metros del mar.
El entorno resultaba épico para la salida de una maratón, un pequeño puerto rodeado de acantilados de piedra blanca y flanqueados en algunos puntos por bunkers de artillería de la segunda guerra mundial. Un lugar por lo menos curioso.
Ya a punto de comenzar la carrera el pub se vació y todos concentrados en el pelotón saltando para combatir el frío y las primeras gotas de una lluvia que apenas pararía ya hasta bien entrado el mediodía.
Me sentía muy descansado y animado por la perspectiva de correr en un lugar nuevo y estimulante. Los otros corredores me sonreían y hacían comentarios que al ser en francés yo no entendía. En todo caso aprendí lo que significaba la expresión pieds nus :).
Como siempre que he corrido por una superficie húmeda las sensaciones han sido muy agradables, sobre todo al principio. Incluso a pesar del frío de la ocasión al cabo del primer kilómetros los pies entran en calor y todo comienza a funcionar a la perfección. Así, los primeros kilómetros discurrieron de forma perfecta a un ritmo aproximado al necesario para rondar las tres horas y media. No tenía ninguna certeza de que pudiese hacer ese tiempo y de hecho estaba casi seguro de que al final como en muchas otras ocasiones tendría que recular y bajar el ritmo. Pero no me preocupaba nada me sentía muy fuerte a pesar de no haber entrenado de forma específica ya que la mayor parte de las sesiones anteriores las había dedicado a "triscar" por el monte en mi proceso de adaptación al recorrido de la MiM. Estos entrenamientos estaban resultando mentalmente muy duros porque no me terminaba de adaptar a ese terreno y mi velocidad era risible. Quizás el hecho de poder correr a mis anchas en esta ocasión también me animó a lanzarme más. Los kilómetros discurrían de forma bastante amable pues la lluvia se mantenía a niveles moderados y aunque corría completamente empapado con el calor que generaba mi cuerpo no se convertía en un gran problema. Además el muchas veces interesante paisaje y la propia animación de los corredores y los grupos que había ubicado la organización me estaban haciendo el recorrido muy ameno.
Cuando llevaba unos quince kilómetros comenzó a preocuparme el resultado que podría suponer tanta agua para las plantas de mis pies. Tras una hora y pico en remojo las superficie aparecía con un color blancuzco que no me generaba mucha confianza. Paré un par de veces a supervisar si se me estaba levantando por algún lado pero a parte del cambio del color su consistencia parecía tan sólida y flexible como de costumbre. Así que seguí a buen ritmo sin darle más vueltas. Antes de llegar al kilómetro veinte sobrepase al grupo de las tres horas y media ya que me agobiaba correr en grupo. Al correr descalzo es difícil correr en línea recta porque vas buscando las superficies más ventajosas y eso supone numerosos desplazamientos laterales y cuando vas incrustado en un pelotón es imposible. Tener que tragarte zonas malas cuando ves que al lado hay otras mejores no es una sensación agradable, así que en cuanto pude me descolgué del grupo. Lo más razonable habría sido colocarme detrás para controlarlo a una distancia razonable sin los inconvenientes de estar dentro pero lo que me salió fue adelantarme e ir cogiendo ventaja de forma progresiva. Pensé que me estaba equivocando pero que tampoco resultaría un gran problema porque me sentía bastante bien y en todo caso lo peor que me podría pasar era que luego me adelantasen. Justo por esa parte del recorrido se nos unieron los corredores de la media maratón, que mucho más numerosos nos englobaron en su masa como si fuésemos un curso de agua menor. Esa repentina aparición de tantos corredores a que en su mayoría corrían a un ritmo superior me supuso una cierta tensión porque te rompe el ritmo y las referencias.
A partir del kilómetro veintisiete el recorrido se repitió por el circuito anterior. Desde ese punto la carrera comenzó a hacerse más solitaria aunque de vez en cuando iba adelantando a algún corredor. A diferencia de maratones anteriores los pies no se me estaban cargando en absoluto y mi único problema residía en gestionar mis fuerzas para llegar en buenas condiciones y de momento todo marchaba bien. El recorrido sin embargo si que tenía algunos tramos más estropeados o agresivos que me ralentizaban algo la marcha, especialmente por los alrededores de Le Château Borély y el hipódromo al ser una zona peatonal había grava de parques, asfalto roto y carriles antiresbalamiento muy picantes para la piel. Todo eso por suerte no supuso un castigo que tuviese que arrastrar después por lo que en cuanto salía de dichas zonas recuperaba un ritmo más vivo. Estuvimos dando unas cuantas vueltas y revueltas por la zona del paseo marítimo al sur de la ciudad hasta que al fin encaré desde el kilómetro treinta y seis el último tramo de la maratón. En ese momento me sentía además de mojado muy satisfecho porque me encontraba metido en la carrera de forma plena y aunque ya justo de fuerzas pero con el empuje suficiente para no decaer. Los últimos kilómetros eran una sucesión de cortos toboganes que discurrían por la accidentada costa antes de llegar al puerto viejo donde se ubicaba la meta. Me daba cuenta de que iba a mejorar mi mejor tiempo descalzo en maratón y casi me daba pellizcos para creérmelo pues no pensaba que estuviese en disposición de lograrlo.
El puerto viejo ya delante de mí, lleno de gente, de animadores y de adoquines de borde afilado. Ya me daba igual, una carrera feliz no tiene dificultades más allá del instante en que se producen y un paso lleva a otro hasta que todo pasa y cruzas la línea de meta y cumples tu objetivo. La maratón más mojada y más amable de mi vida acababa de terminar despertándome como de un sueño.
Muchas sonrisas, muchos aplausos, muchas palabras de animación directas al llegar que aunque no entendía en su forma comprendía a la perfección en su fondo. Un beso de mi mujer a través de las vallas y el dulce (y helado) regreso al descanso de una tarde de relax muy merecida fue el final perfecto para esta carrera ya inolvidable.
Las fotos de la Maratón de Marsella 2015 |
Maratón de Marsella. Los buenos resultados de correr relajado.
Reviewed by evocion
on
marzo 22, 2015
Rating:
Gran carrera, una mas y lo tuyo no tiene nombre jeje. Un saludico.
ResponderEliminarGracias Paco. Una carrera más y un sueño más acumulado. Esto de correr maratones es riqueza y lo demás son tonterías. Un abrazo.
EliminarGran carrerón que te has marcado. Era un regalo con intuición femenina, seguramente, y me alegra y satisface cómo lo has disfrutado, Emilio. Hace ya tiempo que, lejos de lo que se pueda pensar, con algo de frío y lluvia aún nos estimulamos más. Como ha pasado hoy en Rocafort y otros lugares. Un precioso colofón para tu colección de maratones. ¡Enhorabuena y un fuerte abrazo!
ResponderEliminarGracias Josep. La verdad es que hay momentos en esta vida en que por suerte todo se conjura para hacerlos maravillosos e inolvidables. Es muy posible que acabe recordando esta maratón como la más dulce de mi vida :). Un abrazo y nos vemos pronto.
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