Hoy domingo quise ir a correr una carrera nueva (El gran fondo del Riu Millars) por lo que supone, participar en el estreno de una nueva iniciativa es hacerlo también de la ilusión que rodea ese estreno. Aunque vi que la carrera discurrÃa en casi su totalidad por caminos rústicos no le di mucha importancia porque por lo que pude averiguar indagando por Street View parecÃa ser un camino amable de tierra y algo de piedra. Luego me darÃa cuenta que lo que yo vi no era el camino por el que luego pasarÃamos. Y sÃ, tal como se puede imaginar por mis palabras me encontré un recorrido que me supuso un auténtico tormento. De doce kilómetros y medio, prácticamente once fueron cubiertos de grava afilada y de un asfalto puntiagudo. Era uno de los peores recorridos que podÃa imaginarme para correr descalzo.
Pero sÃ, todo eso estaba mal, pero yo ya estaba allà y lo peor o lo mejor es que ya estaba corriendo. Si corriendo, porque en los primeros cuatro kilómetros corrà y mantuve una posición decente dentro del pelotón. A partir de allà me fui agotando y fui perdiendo posiciones de una forma continua. En el kilómetro cinco y medio me plantee abandonar por la desesperación de la pérdida de velocidad que estaba teniendo. Pero solo me faltaba kilómetro y medio para llegar al punto en el que dábamos la vuelta y me parecÃa absurdo volver y por esa distancia no tener la carrera. Asà que seguà adelante con paciencia y siguiendo perdiendo más posiciones. Mi temor ya comenzó a ser el de no poder terminar por que me retirasen de la carrera. Me pillaron las bicicletas escoba pues ya quedé el último de todos, pero pude mantener un ritmo digno por el que iban discurriendo los kilómetros con sufrimiento pero metro a metro sin cesar.
TenÃa claro que llegaba el último pero aún asà me sentÃa que estaba haciendo una carrera digna. Era un camino infernal para ir descalzo. Estoy convencido que nadie de los que estaba allà hubiese podido correr tan solo cien metros en aquella alfombra afilada y yo lo estaba haciendo durante todos sus kilómetros. Me sentà bien conmigo mismo y aunque fue una honestidad dolorosa cuando llegó el último kilómetro supe que habÃa hecho bien y que después de esa carrera serÃa más fuerte.
Y asà por fin salà del camino pedregoso de dientes afilados para llegar a la explanada de asfalto planchadito y nuevo donde me esperaba mi mujer que ya imaginaba lo que me habÃa sucedido. Me sentà resucitado y di una vuelta digna sin prisas pero sin remolonear a ese circuito último antes de entrar a meta. Fui felicitado casi más que en cualquier otra ocasión y es que mucha gente era muy consciente de como estaba ese camino para ir asÃ. Al final, entre dentro del tiempo lÃmite, en su último minuto pero cumplÃ.
Correr descalzo te lleva a situaciones insospechadas, la oportunidad de ser de los primeros y volar a ritmos más rápidos que en tu vida anterior (la paradoja es que semanas antes hacÃa mi diez mil más rápido en la misma localidad) o tener que ser el último y asumir que ese es tu puesto ese dÃa y vivirlo con dignidad. Mis pies ahora están calientes pero enteros, ni un corte, ni una llaga, ni una ampolla y yo me siento feliz por haber superado este escollo que a la vez me ha enseñado muchas cosas más.
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I Gran Fondo de Almassora |
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